Destierro
de la terraza
de mi líbido
el libro abierto
de las ensoñaciones
y en sus balcones
me cuelgo,
hasta sentir mi cuerpo
sin armadura
expandir su levadura
a paso lento
y morderle el cuello
a la noche
para que no abroche
al pudor
ningún rubor
de los que broten
cuando te tenga hombre
donde me tenga tu amor,
y se desnude el ciclón
en húmedo desorden
y el sabor acose
sin pretensión
la tentación cenital
y sepa a mar
cada rincón
que el amor
nos da.
Esencia