Moldea la débil paciencia de mi talle,
surca las calles de mis deseos,
alfarero del suspiro que me late.
Labra la tierra que me posee,
con el beso orfebre que te regenta
y la saliva menta de tu fiebre.
Surca tan lento como el sol poniente,
las papilas ardientes de mi cuerpo,
y obra entero hasta partir mi fuente.
Repta voraz las panteras de mis piernas,
apretando la cuerda de tu hambre en celo,
cercándome en el cielo de tu verbena.
Corréme el calor de tus ojos
por los lomos de mi pasional entrega
hasta derretirme en la cera de tus todos.
Cincélame la piel con tus caricias,
ebanista de fuego con llamas en la boca,
a solas y ahora que el amor hoy convida.
Esencia